sábado, 28 de agosto de 2010

27 de Mayo de 1810

Buenos Aires, 27 de mayo de 1810

"... Ayer se instaló la Junta de un modo y forma que ha dejado fijada la base fundamental sobre lo que debe elevarse la obra de la conservación de estos dominios al señor don Fernando VII. Los ejemplares impresos de los adjuntos bandos, y noticia..., que el excelentísimo Cabildo , y aun el excelentísimo señor virrey,... dan a Usía, no dejan duda a esta Junta de que será mirada por todos los jefes, corporaciones, funcionarios públicos y habitantes de todos los pueblos del virreinato, como centro de la unidad, para formar la barrera inexpugnable de la conservación íntegra de los dominios de América a la dependencia del señor don Fernando VII, o de quien legítimamente le represente. No menos espera que contribuirán los mismos a que, cuanto más antes sea posible, se nombrasen y vengan a la Capital los diputados que se enuncian para el fin expresado en el mismo acto de instalación..."
"...Así mismo importa que Usía quede entendido, que los diputados han de irse incorporando en esta Junta conforme y por el orden de su llegada a la Capital, para que así se hagan de la parte de confianza pública que conviene el mejor servicio del Rey y gobierno de los pueblos; imponiéndose, con cuenta anticipada conviene a la formación general, de los graves asuntos que tocan al gobierno. Por lo mismo, se habrá de acelerar el envío de diputados; entendiendo debe ser uno por cada cuidad o villa de las provincias..."
"...Servirá a todos los pueblos del virreinato de la mayor satisfacción el saber, como se lo asegura la Junta, que todos los tribunales, corporaciones, jefes y ministros de la Capital, sin excepción, han reconocido la Junta, y prometido su obediencia para la defensa de los augustos derechos del Rey en estos dominios..."
*Real Fortaleza de Buenos Aires, 27 de mayo de 1810 - Cornelio Saavedra - Dr. Juan José Castelli- Manuel Belgrano - Miguel de Azcuénaga - Dr. Manuel Alberti - Domingo Matheu - Juan Larrea - Dr. Juan José Paso, secretario - Dr. Mariano Moreno, secretario.

Senado de la Nación. Biblioteca de Mayo

Las virtudes y las naciones

Moreno no fue protagonista de la Semana de Mayo. No se lo escuchó como a Castelli en el famoso Cabildo del 22, ni anduvo por la plaza con los chisperos de French y Beruti. Su protagonismo comenzó el 25 de mayo de 1810, al asumir las Secretarías de Guerra y Gobierno de la Primera Junta. Desde allí desplegará toda su actividad revolucionaria. Bajo su impulso, la Junta produjo la apertura de varios puertos al comercio exterior, redujo los derechos de exportación y redactó un reglamento de comercio, medidas con las que pretendió mejorar la situación económica y la recaudación fiscal. Creó la biblioteca pública y el órgano oficial del gobierno revolucionario, La Gazeta, dirigida por el propio Moreno, que decía en uno de sus primeros números: "El pueblo no debe contentarse con que sus jefes obren bien; él debe aspirar a que nunca puedan obrar mal. Seremos respetables a las naciones extranjeras, no por riquezas, que excitarán su codicia; no por el número de tropas, que en muchos años no podrán igualar las de Europa; lo seremos solamente cuando renazcan en nosotros las virtudes de un pueblo sobrio y laborioso".
Por: Felipe Pigna

miércoles, 28 de julio de 2010

Abascal, virrey contrarevolucionario

Fernando de Abascal y Souza(1743-1821) era nativo de Oviedo, en el norte de España. Siguió una carrera militar y visitó América por primera vez en 1767, como un oficial subalterno asignado a la guarnición de Puerto Rico. Después de servir en España, regresó a América con la expedición de 1776 al Río de la Plata, que tomó el puesto portugués de Sacramento, en la banda oriental del río, y estableció un nuevo virreinato gobernado desde Buenos Aires. Tras servir en Santo Domingo y La Habana, fue a Guadalajara (México) en 1799 como presidente de la Audiencia. Nombrado virrey del Río de la Plata, Abascal fue transferido al Perú antes de que pudiera asumir su cargo en Buenos Aires, pero las complicaciones producidas por la guerra retrasaron su arribo a Lima hasta 1806, donde fue el virrey hasta 1816.
Reprimió con firmeza las conspiraciones contrarias a la persistencia del domino español en el Perú entre 1809 y 1810. mientras sus pares en otras capitales virreinales aceptaban las demandas revolucionarias. Peparó fuerzas expedicionarias con las que sofocó los primeros movimientos independentistas de Chile, Ecuador y el Alto Perú, y estuvo cerca de destruir la junta de gobierno patriota de Buenos Aires. Fue un convencido realista y absolutista, obstaculizó la implementación en el Perú de la constitución de Cádiz de 1812. Aunque el Perú sufrió un trastorno entre 1814 y 1815 por una seria insurrección en el Cuzco, seguía siendo un bastión del fidelismo cuando Abascal se retiró a la península en 1816.
Siguiendo a John Fisher en su libro El Perú Borbónico (IEP, Lima, 2000), por su papel represor fue honrado por el rey Fernando VII de España con el título de "Marqués de la Concordia".
Sus colaboradores principales fueron criollos o peninsulares de larga residencia en América pero de ideas o experiencias políticas diferentes a los colaboradores de los funcionarios que le precedieron. El 13 de julio de 1810 creó el Ejército del Alto Perú y puso al frente como comandante a José Manuel de Goyeneche, nacido en 1776, hijo de un navarro casado con una arequipeña. El Comandante Goyeneche, quien estudió en España donde hizo su carrera militar, llegó a ser la figura clave en la política externa del régimen entre 1809 y 1813; también su hermano mayor, que fuera nombrado Oidor del Cuzco en 1806, y de Lima en 1813, y otro hermano menor fue Obispo de Arequipa a partir de 1816.
Carlos IV lo nombró Caballero de Santiago, y Goyeneche regresó al Perú en diciembre de 1808 como Comisionado de la Junta Central y Brigadier del ejército. El Virrey Fernándo de Abascal y Sousa lo envió al Cuzco como Presidente interino el lo de setiembre de 1809, en la época de la primera intervención militar limeña en los asuntos del Alto Perú. El virrey lo puso por encima del Regente, el galaico Manuel Pardo y Ribadeneira.
Otro colaborador del virrey contrarevolucionario fue Juan Pío de Tristán y Moscoso (n. 1773), que perteneció a dos familias notables de Arequipa. Su padre era corregidor de Larecaja en el momento de la rebelión de Túpac Amaru. Pío Tristán y su hermano también recibieron su primera experiencia militar en España, y regresaron con Goyeneche. La carrera de Tristán revela las continuidades en la historia peruana en esa época, a pesar de la eventual ruptura con España y la formación de la República del Perú. En 1815, Tristán era Intendente de Arequipa, y en 1816 presidente interino del Cuzco.
Fue en Cuzco, en donde Goyeneche reclutó los soldados del Ejército del Alto Perú para combatir a los independentistas de Buenos Aires.

domingo, 4 de julio de 2010

Sobre la historia

El 1º de julio es el día del "historiador"; fecha elegida debido a que en ese día de 1812, el Primer Triunvirato emitió un decreto por el cual el gobierno "ha determinado se escriba la historia filosófica de nuestra feliz revolución". El trabajo de la primera historia argentina recayó en el Deán Gregorio Funes, autor del Ensayo de la Historia Civil del Paraguay, Buenos Aires y Tucumán.
El hombre siempre manifestó la necesidad de contar sus experiencias, como individuo y como sujeto social. En sociedades ágrafas el relato oral, única vía para transmitir vivencias propias o escuchadas de terceras personas, necesitaba la concurrencia de público y narradores en un mismo espacio y tiempo.
El narrador siempre resigna referencias verificables para dar lugar a la intriga, a la aventura, a la historia. Ningún narrador pretende emular a Funes, el memorioso, de Jorge Luís Borges, capaz de relatos tan pormenorizados como carentes de análisis. Los relatores de historias no siempre sienten la obligación de la veracidad, sólo tienen que ser verosímiles, creíbles. Aquellos contadores de La Ilíada o La Odisea, no se cuestionaban por no diferenciar lo posiblemente humano de lo fantástico; tampoco lo hacían los oyentes, destinatarios pasivos y acríticos pero siempre presentes. Con la escritura aparecieron libros de historia y los relatos dejaron de ser fugaces impresiones para dar lugar a posibilidades de reflexión, consultas meditadas, cuestionamientos. También se superó la relación tempo espacial; la historia escrita nos permitió conocer escenarios no visitados y tiempos no vividos, sin la mediación del narrador en cuerpo presente. Desde Heródoto, la Historia como Memoria Humana pasó a ser una memoria más profunda y universal.
Tucídides superó las narraciones históricas que proponían explicaciones mágicas, cuando busco los motivos que provocaron la Guerra del Peloponeso. Explicaba a un público no presente, no necesariamente conocedor, las causas de un acontecimiento dejando de lado la intervención de los dioses para dar paso a las responsabilidades de los humanos en la construcción de su propio pasado. Con la aparición de las religiones de grandes masas, la inquietud por las causalidades humanas dejó de ser prioritaria y las causas últimas tanto como las primeras, fueron consideradas como parte de un Plan Universal. La fuente de conocimiento dejó de ser empírica o documentable y pasó la Biblia a ser fuente de Verdad única.
El desarrollo tecnológico aplicado y sostenido a partir del S XV, permitió la producción y circulación de conocimientos y las intencionalidades de relatos históricos se diversificaron. De este modo, la Revolución Francesa apuntó al desarrollo de ciudadanos, la valoración del Hombre y sus Derechos Universales; pero no mucho tiempo después, la política francesa se inclinó por relatos históricos que formaran patriotas, subordinando así al Hombre a las instituciones o sentimientos propios de la sociedad en donde vivía. El objeto de la Historia, la investigación y difusión de los hechos de los hombres en el pasado, siguió siendo el mismo pero no necesariamente eran las mismas conclusiones porque las motivaciones podían ser tan diferentes, como diferentes comenzaban a ser los criterios de verdad empleados. Las historias dejaron de ser universales y la Verdad dejó de escribirse en singular y perdió su omnipotencia.
Hoy, el historiador prohijado por el Estado o por fortunas personales, comparte su podio con los surgidos de las universidades democráticas, con investigadores sin títulos profesionales, con los que recogen voces en los pueblos levantando memorias olvidadas. Los historiadores tienen hoy un campo de investigación mucho más amplio, mejores herramientas, interlocutores que cuestionan, y sus obras nos aproximan al Conocimiento desde diferentes ángulos sin pretensiones de apropiación de la Verdad absoluta. Los docentes de historia de hoy, tenemos para estudiar y que estudiar, mucho y más variado que nuestros antecesores, en la búsqueda de que nuestros alumnos se formen en la diversidad y con espíritu crítico, para que en las Memorias de la Humanidad no se excluya a través nuestro al gran protagonista: el pueblo.
Juan Carlos Ramirez.

domingo, 20 de junio de 2010

Costo de vida en Buenos Aires para 1790

Contrariando la opinión general, la vida en la época colonial, en Buenos Aires y su campaña, no fue fácil ni barata. Una casa de tres habitaciones, dependencias para el servicio y tres patios, ubicada en el barrio de Santo Domingo, no se podía adquirir por menos de cuatro mil quinientos a cinco mil pesos, dependiendo de la calidad de los materiales empleados y si tenía terraza.
El amoblamiento de la misma superaba los dos mil quinientos y se acercaba mucho a los tres mil, o algo más si los muebles eran de jacarandá o nogal o fabricados en España o Francia y traídos por encargo. Los cortinados, fundas de los muebles, espejos, almohadones y otros complementos representaban como mínimo los quinientos pesos, dependiendo de los géneros usados, pues había diferencias apreciables entre el damasco, la seda y el algodón posibles de utilizar en ellos.
En lo referente a la comida y la bebida, los gastos anuales eran tolerables, dado que el alimentos básico era la carne, tanto vacuna, como ovina o porcina, a la que se agregaban los animales domésticos, las aves de corral o los salvajes de la fauna menor. Pero en promedio se necesitaba, para una familia que podemos llamar tipo para la época, de cinco personas y otros tantos sirvientes, no menos de 8 ó 10 pesos diarios, que eran entre 250 y 300 mensuales, o sea, unos 1.100 al año. Aunque parezca excesivo este gasto en comida y bebida, debe considerarse que el personal de servicio no cuidaba los utensilios utilizados y buena parte de los elementos usados eran tirados a la basura o dados a los perros y gatos de la casa o a los limosneros que a diario hacían sus recorridas por el polo urbano de la ciudad.
Respecto a estos mendicantes, hay relatos que indican a varios de ellos con sitios reservados en la Plaza Mayor, donde se dirigían, junto a su o sus perros, cuando habían logrado la cantidad de comida apetecida y, tirados en el suelo, daban entre todos cuenta de lo recogido. Respecto a los gastos de comidas y bebidas, existía la recomendación de tener como plato principal, carne de vaca hervida, no asada, acompañada con mate o agua.
Una estimación promedio del costo de la batería de cocina era de cien pesos o algo más, siempre que predominaran las piezas de cobre, pues si se preferían las de plata, esa cantidad se multiplicaba por cuatro. La cantidad de ropa blanca para las camas, como las toallas, insumía al año una suma estimada en cien pesos.
Un gasto nunca ajustado y siempre cambiante fue el correspondiente al calzado de las mujeres mayores, pues además de hacerse en cada casa los zapatos, para ahorrar una buena suma, esa confección casera resultaba ajustada al gusto estético de quien los llevaría, pero deficiente y, por ello, al año cada mujer necesitaba renovar el calzado entre cuatro y cinco veces. A ello había que agregar que cada dueña de casa, como sus hijas en edad de casarse, necesitaban por lo menos tres tipos de calzado. Uno para entrecana, otro para salir de visita o compras y un tercero para las reuniones sociales, donde se bailaba.
Un gasto que era incontrolable e imposible de evitar era el ocasionado por el mal trato que los esclavos del servicio doméstico daban al menaje que no era metálico. Hay muchos inventarios de bienes, que indican ese menaje como averiado en mayor o menor proporción y son muchos los juegos de tazas, platos, copas o vasos incompletos o desportillados. Muchas de las piezas metálicas bronce, hierro o plata presentaban abolladuras y hasta rajaduras que afeaban el aspecto o imposibilitaban el uso. No eran raros en los inventarios los asideros o mangos defectuosos y hasta faltantes.
La cantidad de personal doméstico variaba de casa a casa, pero para la familia tipo mencionada, no era menos de cinco. El precio promedio de cada uno de ellos era de entre 200 y 300 pesos, dependiendo de la edad, tiempo de estada en la ciudad y habilidades. Su distribución en las tareas de la casa era más o menos fija. Este personal se componía de un cocinero para hacer las compras en el mercado y distribuir el menú diario en forma armónica y dentro del presupuesto disponible; una persona para acarrear el agua necesaria en la cocina y para fregar los utensilios usados; una tercera para paje y lacayo, que acompañaba a la señora de la casa al templo, a recorrer tiendas y a hacer las compras y que se ocupaba de la limpieza de los niños; una cuarta persona era quien hacía de cochero y en los ratos libres se ocupaba de la limpieza de la casa y demás menesteres interiores.
En las familias pudientes, a este plantel básico se agregaba la negra de cría, así llamada por ser quien amamantaba a los niños pequeños y ayudaba a la señora en la intimidad de su alcoba. Todo ese personal doméstico de origen esclavo estaba supervisado por el mayordomo blanco que los controlaba y corregía, evitando roturas y robos. Como no había profesionales en ese entonces para este último trabajo, se lo agregaba con una asignación anual y un lugar para vivir. A pesar de estas ventajas, hubo quienes lograron ubicarse en el seno de familias importantes para desaparecer al poco tiempo, con dinero, alhajas o ropas, como consta en el archivo de Tribunales.
Otro gasto que significaba preocupación era la limpieza y conservación de las prendas, pues además del lavado era necesario almidonarlas, especialmente las enaguas y los delantales, para cuando se recibían visitas. La ropa de uso personal y la de cama e higiene, se deterioraba bastante, por el método utilizado para lavarla, ya que los jabones usados estaban fabricados en base a lejías que debilitaban, cuando no carcomían, las fibras de los tejidos, junto con el apaleamiento complementario, que se hacía en las toscas del río, para sacar de ellas los excesos de jabón.
En general esa sociedad colonial puede ser considerada como austera, salvo cuatro vicios. Uno de ellos era el abanico, prenda imprescindible para una mujer que apreciaba la elegancia y la sofisticación sociales. Otro correspondía a los hombres y era el uso de relojes de bolsillo, también considerados esenciales, para completar el vestir masculino en todas las actividades diarias. Un tercero era de hombres y mujeres, y consistió en el consumo de tabaco y de rapé. Este último se decía que estaba reservado para las personas de estudio y se le atribuían propiedades para aclarar los pensamientos y tener la cabeza clara. El cuarto defecto o vicio fue el de la excesiva limosna, cuando superaba las realidades fácticas de quien la prodigaba. Hubo familias que hicieron una cuestión de honor de la cantidad de mendicantes que acudía a su puerta a diario para obtener comida, ropa, calzado. Esa ayuda incluía a sacerdotes, sin distingo de órdenes.
Son muy raras las manifestaciones sobre mujeres dadas al excesivo consumo de bebidas, pues ni aún entre las esclavas, manumitidas o libertas han quedado registros de sus nombres o costumbres.
Un rubro de poca repercusión en la sociedad de su tiempo es el que corresponde a los gastos en bibliotecas y libros, posiblemente por el elevado precio de ambas cosas.
De los inventarios, legajos y herencias posibles de consultar, se desprende que las casas más lujosamente puestas, correspondían al alto clero, especialmente en los rubros de muebles, ya que en ellas predominaron los de jacarandá con patas torneadas de pie de cabra, colgaduras de damasco y hasta mulas mansas con las consiguientes guarniciones adornadas con penachos de seda.
Dado los cambios ocurridos en la economía argentina resulta imposible hacer una estimación del valor adquisitivo de la moneda de aquel entonces comparándola con la actual, pero es posible inferir que el presupuesto de la familia tipo considerada, significó el equivalente de quince o más de las familias de los sectores trabajadores.

Carretero, Andrés Manuel. Vida cotidiana en Buenos Aires. Ed. Planeta.

La jabonería de Vieytes

Entre las costumbres del período tardocolonial, se encuentra la de reunirse en los salones de las casas privadas, para llevar adelante las tertulias. En estos encuentros se conversaba sobre temas varios, afirmando De Privitellio que en este tipo de reuniones, participaban los más acomodados de la sociedad.
Como consecuencia de las Invasiones Inglesas y la crisis de la Corona española, conversar de política es una novedad que se incorpora en las temáticas sociales.
La fábrica de jabón que pertenecía a Juan Hipólito Vieytes y Nicolás Rodríguez Peña, se convirtió en la sede de las reuniones de aquello que desde 1809 comenzó a ser llamado "partido patriota". La jabonería estaba en Tacuarí y Venezuela, y por allí desfilaban los patriotas, tejiendo ya las redes de la futura revolución.
Otro lugar de tertulia y conspiración fue la casa de Rodríguez Peña. Pero no son éstos los únicos lugares de sociabilidad que se politizan. Otro lugar es "el café de Marco, donde se juntaban los jóvenes intelectuales, casi todos ellos alumnos del colegio San Carlos, que no por casualidad quedaba frente al café. Y señala De Privitellio: "En este lugar, que a diferencia de los anteriores era público, se fue conformando la idea de la existencia de una verdadera ''opinión pública'', otra notable novedad para la ciudad de Buenos Aires. Ciertamente, todos ellos eran partidarios de la facción más extrema de los revolucionarios, aquellos que luego serán identificados como morenistas. A Saavedra, este café le parecía tan peligroso, que luego de los acontecimientos del 5 y 6 de abril de 1811 (una movilización popular en apoyo del Presidente de la Primera Junta, y en contra de los morenistas), ordenó a Juan Bautista Bustos que lo cerrara, y se detuvo a varios de los asistentes".

sábado, 5 de junio de 2010

Bicentenario


La Nación Argentina es una creación colectiva, es el estado actual de un largo proceso, de construcciones que se reformulan permanentemente. El esfuerzo conjunto de pueblos por consolidar un camino en común se tradujo en la Historia Nacional escrita por quiénes representaban más a los responsables de las desigualdades notorias en Mayo de 1910, que a los que construían con la exposición de su propio cuerpo, de sus fatigas, dolores y penares, la opulencia que la orgullosa clase dirigente exhibía como logros. Aquella burguesía proyectaba su optimismo al futuro, dejándonos una muestra de la opulencia lograda en estatuas glorificadoras de su presente, el que no incluía... a los excluidos de siempre.
Aquel sujeto inmigrante constructor de una nueva raza blanca en América, el crisol, comenzaba a ser el cuestionador violento, tan distante al criollo manso, a esos gauchos devenidos en Don Segundo Sombra, luego de ser Martín Fierro o el Gaucho Hormiga. Otra utopía de los 25 de Mayo comenzaba a no ser creíble, a deconstruirse, a ser añorada. No la Utopía Moreniana de la igualdad, no la de los Estados Unidos en el Sur, sino la de la América Europea.
Se preguntaba Andrés Rivera (La revolución en un sueño eterno), ¿Qué nos faltó para que la utopía venciera a la realidad?, pregunta que se han hecho todos los dirigentes desplazados, o los intelectuales que representaban a la élites. A nuestra generación le paso el Terrorismo de Estado como brutal intento de frenar posibles Revoluciones de Mayo y sus intentos de discutir la distribución de la renta.
Sostiene atinadamente Federico Lorenz, que el Juicio a la Junta (1985) fijó un “piso de verdad histórica”. Como sociedad, enfrentamos la dificultad de no lograr elaborar un relato histórico abarcador que pueda unirnos desde su enseñanza en las escuelas. Nuestras contradicciones están más acentuadas que nunca. Incluso, por años hemos sostenido la necesidad de crear y sostener la Patria Grande, pero como condición, muchos sostienen que sea sin bolivianos, peruanos, paraguayos, etc., etc. Muchos añoran lo que dio lugar al relato del guatemalteco Augusto Monterroso (La oveja negra y demás fábulas), la idea de hacer muertas estatuas a las revoluciones fracasadas como forma de dejarlas quietas y en el pasado. También se podría seguir buscando el horizonte que el Che oteaba, cuando Alberto Korda le saco la famosa foto. Algunas historias argentinas, recuerdan a la idea de Comunidades imaginarias, de Benedit Anderson. Después de todo, crece la historiografía que plantea que Argentina, que América toda, sólo es un resultado, una consecuencia casi mecanicista del proceso de desintegración de la unidad monárquica española (Fabio Wasserman), opinión que se suma a los que interpretan que la historia toda, es producto de lo impensado, del azar (las Invasiones Inglesas y la reacción del pueblo en general, por ejemplo).
Qué respuestas buscaremos en este Bicentenario, con qué preguntas. Como docentes, qué recorte practicaremos, cómo lo difundiremos. Cómo actores sociales de cambio, ¿buscaremos un camino alternativo para recorrer trayectos históricos? o reafirmaremos lo dado aún conscientes de que ello, depende de quién lo dio. Aunque no nos preguntemos para qué lo hizo, ni por qué lo repetimos.

Por: Juan Carlos Ramirez
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