domingo, 17 de abril de 2011

Fanatismo democràtico


En el manifiesto publicado el 15 de abril de 1811 en la Gazeta extraordinaria “Sobre los antecedentes del suceso de la noche del cinco y seis de abril”, se acusaba a la Sociedad Patriótica, club “morenista”, de procurar “una furiosa democracia, desorganizada, sin consecuencia, sin sistema ni moralidad”(1). Resulta interesante su similitud, en lo referente a la calificación de la democracia, con los términos que emplea en 1823 Bernardo Monteagudo, el más jacobino de los jacobinos en sus primeros pasos como revolucionario.
En “Memoria sobre los principios políticos que seguí en la administración del Perú y acontecimientos posteriores”, rechaza la democracia y propugna un gobierno fuerte y un Poder Ejecutivo protegido de la mudanza de las asambleas, Monteagudo recuerda que en su juventud había profesado principios opuestos.(2). Manifiesta  que había abrazado entonces “con fanatismo el sistema democrático”, que “el Pacto Social de Rousseau y otros escritos de ese género” aún le parecían “favorables al despotismo” y que “ser patriota sin ser frenético por la democracia”, había sido para él “una contradicción”.(3). Se refería a la prisión a consecuencia de su participación en el movimiento juntista de Charcas en 1809 pero recordaba que sus más encendidos discursos y artículos los había escrito en 1812 en la revista Mártir o Libre.
En el texto de 1823 expresa que “restringir las ideas democráticas” había sido uno de sus principios de gobierno y advierte sobre “los infernales efectos del espíritu democrático”, tanto más si la democracia se combina con federalismo. En esas condiciones los hombres “oprimidos e insultados por continuos ultrajes –expresa– naturalmente al oír proclamar la libertad y la igualdad”, creen que ha cesado el deber de respetar la autoridad. Dan estos hombres “la más absurda latitud del significado que admite la igualdad” y, en fin, si llegado el tiempo en que se les negara el ejercicio “de sus quiméricos derechos”, pudieran hacer valer el número de sus brazos “endurecidos en la fatiga de la servidumbre y demasiados desiguales en fuerza respecto de los que animan a la democracia en sus escritos”.(4). Aunque Monteagudo se refiere concretamente a la incompatibilidad de la democracia con el carácter de la economía, las abismales diferencias sociales y culturales del Perú, de hecho muestra su arrepentimiento respecto de la vía que había transitado la lucha por la independencia, ignoraba entonces los principios de gobierno.
Monteagudo propone para el Perú un gobierno fuerte, con un Poder Ejecutivo que no dependa de la voluntad de las asambleas, capaz de garantir la independencia, los derechos civiles, promover la educación y el desarrollo de la economía heredada del coloniaje. Expresa que cuando la mayoría pueda vivir del producto de su capital, la industria y la hacienda podrán decidir de manera independiente. Por el momento recomienda suprimir la esclavitud con prudencia, dando indemnizaciones, atraer a la nobleza y al clero y lograr la felicidad para todos.
¿Qué contenido daba Monteagudo a la democracia, de la que fuera fanático y que ahora demonizaba? En primer lugar la consideraba un gobierno legitimado en la soberanía popular, según la versión que atribuía a Rousseau. En segundo término, creía que la democracia mal entendida, por ignorancia o malicia, daba una latitud exagerada a la igualdad, que excedía a la declarada ante la ley. El documento publicado el 17 de marzo de 1823 en Quito tenía un propósito claro: justificar y dar argumentos a Bolívar, interesado en contar con sus servicios al emprender la liberación de Perú.
Acusado por su monarquismo y prácticas dictatoriales actuando como ministro y hombre fuerte bajo el protectorado del general José de San Martín, Monteagudo se había visto obligado a renunciar, fue apresado y finalmente desterrado y embarcado el 30 de junio de 1822 en una fragata de guerra que puso proa al norte. Su caída había sido provocada por la oposición que tomó en sus manos la bandera republicana, tuvo su centro en el Cabildo, se apoyó en una asonada popular y contó con la pasividad de las fuerzas militares destacadas en Lima. San Martín renunciaría poco después de la entrevista con Bolívar celebrada en Guayaquil (5).
Convertido más tarde en colaborador de Bolívar, Monteagudo sin duda contribuyó a dar forma a las concepciones políticas que profesaba el libertador y a perfilar la propuesta de confederar a los nuevos estados hispanoamericanos.
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Por: Lucía Sala de Turon. 
Publicado en e-l@tina. Revista electrónica de estudios latinoamericanos, Volumen V; número 17, Buenos Aires, 10-11/2006, en <http://www.iigg.fsoc.uba.ar/elatina.htm>; visitada 15/04/2011
Notas:
(1) En el artículo, más extenso de lo acostumbrado en ese periódico, se da cuenta de los hechos del 5 y 6 de abril, mostrados como una reacción espontánea del pueblo, ante el hecho de que desde el club que se reunía en el café de Marcos, sin anunciar públicamente propósitos subversivos, se tramaba eliminar de la Junta a Saavedra, Funes, Felipe e Ignacio Molina y a García del Cosio, representante de Corrientes. Se atribuía la reacción popular al rechazo a las ejecuciones, destierros y confiscaciones de los “morenistas”. Gazeta extraordinaria, 15 de abril de 1811. Ibíd.
(2) Documento citado por Weinberg, 1944: 123-143.
(3) Ibíd: 127.
(4) Ibíd: 136
(5) Galván Moreno, 1950: 160-171

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