viernes, 26 de junio de 2009

Una Revolución Burguesa a la criolla

La mirada política y sociológica en otro aniversario de mayo de 1810
¿De qué estaban hechos los próceres? Cada 25 de mayo, la pregunta se reitera. Hoy día, estamos en vísperas de un festejo nacional, que conmemora los 200 años de algo que se llamó “revolución”. No es extraño que sea el momento propicio para disputar la conciencia de la población: saber quiénes son nuestros “padres” es saber también quiénes somos nosotros.
La institución escolar ha intentado inculcarnos que se trató de superhombres con cualidades extraordinarias. En los últimos tiempos, los medios masivos de comunicación mostraron una intención de “acercar” al prócer. Para ello, se revelan datos de su vida privada. La historia se convierte así en un programa de chimentos. La tarea científica es rebajada al nivel de colección de curiosidades inútiles. Una tercera forma de abordar el problema aparece en la producción académica dominante. Según esta concepción, no hubo ninguna revolución, tan sólo algunos cambios a nivel simbólico. En realidad, los dirigentes eran súbditos leales que fueron arrastrados a los sucesos por una crisis externa: la caída de la monarquía borbónica en 1808. Estamos ante una sociedad sin conflictos y sin cambios, donde todo sucede en el nivel de los discursos.
Estos abordajes no pueden resolver el enigma de los próceres. Sencillamente porque están esquivando la pregunta que asoma detrás de toda explicación de nuestros orígenes: ¿qué es la Nación Argentina? Para no confrontar con el interrogante, eliminan a la sociedad. Entonces, la dirección revolucionaria sólo puede comprenderse apelando a cuestiones personales. Para evitar este serio problema hay que devolverle al personaje su contexto, es decir, las relaciones sociales que lo construyen. Porque los seres humanos estamos hechos básicamente de eso: de relaciones.
Sabemos que eran burgueses, más específicamente, agrarios. Ahora bien, ¿por qué se enfrentaron con el Estado? Básicamente, porque pretendían cambiar la sociedad. En primer lugar, el Virreinato era una estructura política destinada a drenar fondos hacia España. Para ello, se imponían una serie de impuestos al comercio y a la producción. En segundo lugar, el régimen colonial impedía el desarrollo de relaciones capitalistas: se restringía el acceso a la propiedad privada, no se apoyaba la expansión territorial, no se avanzaba con la expropiación de los pequeños productores ni con la regimentación del trabajo en las estancias. Belgrano escribe, en 1810: “Remediemos en tiempo la falta de propiedad, convencidos de lo perjudicial que nos es”. Sin embargo, aclara nuestro prócer, no quiere propiedad para todos: “Indicaré, pero para irritarnos, aquella extravagante ley de Licurgo a sus espartanos de distribuirles los terrenos en proporciones iguales. Error que lo condujo a proscribir el honesto lujo”. Por último, el Estado se reservaba un aspecto clave para la acumulación: la circulación de mercancías. El comercio estaba asignado a ciertos comerciantes habilitados que operaban con el monopolio. Éstos se quedaban con una porción importante de la ganancia del burgués. Por ello, el principal reclamo de los hacendados es la libertad de comercio. Es decir, el desarrollo de ciertas relaciones (capitalistas) se oponía a la existencia de otras (feudales). Ése es el marco en el que combaten los dirigentes revolucionarios y no en pos de una abstracta “libertad”.
La pregunta es cómo lo lograron. El relato dominante afirma que fue un pacto de caballeros. La semana de mayo habría tomado por sorpresa a todos. Pues bien, las fuentes no lo confirman. Luego de la reconquista, el 14 de agosto de 1806, se produce una insurrección que irrumpe en el Cabildo abierto, exige la destitución del virrey Sobremonte y nombra a Liniers, un oficial menor, como la nueva autoridad. A todas luces, se estaban trasgrediendo las leyes coloniales. El 2 de febrero de 1807, en otro tumulto, los revolucionarios exigen que Sobremonte sea puesto preso, sin mediar juicio alguno. El 1 de enero de 1809, las milicias revolucionarias abortan un golpe conservador y desarman a las realistas. En julio de ese mismo año, los revolucionarios toman las armas para evitar que asuma el nuevo virrey (Cisneros), quien debe negociar con ellos en Colonia. Es difícil presentar a los dirigentes revolucionarios como ingenuos sorprendidos por la situación. La proclama de la Junta al asumir no deja lugar a dudas: “Se ha de publicar en el término de 15 días una expedición de 500 hombres para auxiliar las provincias interiores del Reyno, la cual haya de marchar a la mayor brevedad; costeándose esta con los sueldos del Excelentísimo Señor Don Baltasar Hidalgo de Cisneros, Tribunales de la Real Audiencia Pretorial y de Cuentas, de la Renta de Tabacos, con lo demás que la junta tenga por conveniente cercenar, en inteligencia que los individuos rentados no han de quedar absolutamente incongruos, porque esta es la voluntad del pueblo.”
En su primera medida de gobierno, la Junta declaró la guerra civil, la supresión de los tribunales superiores (la Real Audiencia) y anticipó que podría confiscar cualquier propiedad que considerase necesaria para pagar las tropas. Por lo tanto, los próceres fueron dirigentes de una clase: la burguesía agraria. La Revolución de Mayo no es otra cosa que nuestra revolución burguesa. El producto de una clase que buscó desarrollar relaciones que se enfrentaban a las existentes. Para romperlas, debió organizarse, elaborar un programa, trazar alianzas con otras clases y lanzarse a la toma del poder sin vacilar.
Por Fabián Harari. Publicado en el Diario Crítica de la Argentina (25/05/09)

sábado, 13 de junio de 2009

Las Revoluciones de acuerdo a Wikipedia

En la historiografía se habla generalmente de tres tipos de revoluciones: revolución política; revolución social; revolución económica. Pueden valer para ejemplificarlas las tres grandes revoluciones que surgen y se desarrollan entre los siglos XVIII y XIX, marcando el fin de la Edad Moderna y el comienzo de la Edad Contemporánea.
La Revolución Francesa fue un movimiento fundamentalmente político, porque se trataba de sustituir la monarquía absoluta existente hasta 1789, para reemplazarlo por un sistema político con características radicalmente opuestas, lo que permitió hablar de un Antiguo Régimen y un Nuevo Régimen. Desde un punto de vista general, puede incluirse la francesa entre las Revoluciones Liberales, entendidas como las que aplican la ideología política liberal, y que habrían comenzado con la independencia americana y continuarían en Europa occidental al menos hasta 1848.
La revolución burguesa entendida como la sustitución como clase dominante del estamento privilegiado (formado por nobleza y clero) por la burguesía, con el cambio de relaciones, comportamientos, actitudes y valores sociales que se identifican con una u otra; permite hablar de una nueva sociedad de clases. No obstante, la historiografía suele utilizar más comúnmente el término revoluciones burguesas para referirse, incluso en su aspecto estrictamente político (a pesar de la impropiedad), a las que hemos llamado revoluciones liberales, es decir, a todos los los procesos revolucionarios (como la misma Revolución Francesa) en los que esta clase social es impulsora.
La Revolución Industrial tiene un carácter esencialmente económico, la transformación respecto de la época precedente (la preindustrial) con el uso de nuevas técnicas, fuentes de energía, invención de maquinarias, innovadores medios de transporte, aumento de la capacidad productiva con la sustitución de los talleres artesanales por las fábricas, etc.
Es necesario indicar que estos dos últimos procesos, pese a ser de duración secular, fueron claramente percibidos por sus contemporáneos como súbitos y violentos, como lo prueban, entre otros extremos, la resistencia y los conflictos que generó la aparición del maquinismo (la destrucción de máquinas o luddismo). Es de imposible solución el debate (en el que puede destacarse el aporte de E. P. Thompson) sobre si la revolución industrial inglesa costó más muertes y sufrimientos que la revolución liberal francesa. Justificado este uso, se entiende que por extensión se aplique el término revolución a la Revolución Neolítica y la Revolución Urbana (definidos por Vere Gordon Childe), procesos ya no seculares sino milenarios, pero que presentan claras analogías con los del XVIII y XIX en cuanto a la transformación radical (y sin duda violenta) de las formas de vida de la humanidad. De una forma similar, Earl J. Hamilton acuñó el concepto de Revolución de los precios para los cambios económicos del siglo XVI, ligados a la inflación consecuente a la llegada a Europa de metales preciosos de América.
No se agota la tipología de las revoluciones con los tres tipos enumerados al principio. Se habla de revoluciones en cualquier ámbito, incluso en los más alejados de los usos anteriores, como sería el ámbito de la ideología (revolución ideológica) o el del arte (revolución artística). A veces esa extensión se hace con evidente abuso del término (cuando se aplica a la moda, al deporte, a la última novedad de la música popular...), y a veces está plenamente justificada (revolución cultural en la China maoísta) o el concepto de revolución científica (Thomas Kuhn). Por otro lado, se han propuesto distintos tipos de periodizaciones y agrupaciones de revoluciones por sus similitudes o proximidades en el espacio o en el tiempo (ciclos revolucionarios).

Salvador Dalí

jueves, 11 de junio de 2009

Rosas y la Revolución en 1836

Tenemos que considerar, para un análisis de si existió una Revolución, al discurso que Rosas diera el 25 de mayo de 1836 (La Gaceta Mercantil, 27/05/1836). Allí afirmó que el acto del 25 de Mayo de 1810 se había cumplido: "No para rebelarnos contra nuestro soberano, sino para conservarle la posesión de su autoridad, de que había sido despojado por un acto de perfidia. No para romper los vínculos que nos ligaban a los españoles, sino para fortalecerlos más por el amor y la gratitud poniéndonos en disposición de auxiliarlos con mejor éxito en su desgracia... Un acto tan heroico de generosidad y patriotismo, no menos que de lealtad y fidelidad a la Nación Española y a su desgraciado Monarca; un acto que ejercido en otros pueblos de España con menos dignidad y nobleza, mereció los mayores elogios, fue interpretado en nosotros malignamente como una rebelión disfrazada por los mismos que debieron haber agotado su admiración y gratitud para corresponderlo dignamente". Aseguró que por siete años se procuró mantener el estado de dependencia hacia España pero que finalmente la independencia se produjo "renovando aquellos nobles sentimientos de orden, de lealtad y fidelidad que hacen nuestra gloria, para ejercerlos con valor heroico en sostén y defensa de la Causa Nacional de la Federación, que ha proclamado toda la República".
Este discurso identifica a la gestión política de Rosas como una renuncia expresa de los postulados de independencia; la Nueva Nación no significó más que el mantenimiento de los moldes coloniales, tan sólo una Restauración.
Juan Carlos Ramirez

lunes, 8 de junio de 2009

Una Revolución Burguesa a la criolla


Para comprender la Revolución de Mayo como un proceso social, hay que resolver tres incógnitas: quiénes la dirigieron, qué querían y qué hicieron para conseguirlo. Para responder la primera pregunta, debemos examinar la composición social de la dirección revolucionaria. Es decir, cuál fue la pertenencia económica de sus miembros.
Comencemos por el más importante de ellos: Cornelio Saavedra, el presidente de la Junta Provisional Gubernativa (nombre real de la ahora llamada Primera Junta). Cornelio Saavedra era el hijo de un gran propietario rural: Santiago Saavedra. Santiago fue dueño de tres estancias importantes: una en Arrecifes, otra en San Isidro y otra en San Fernando. Integró el Gremio de Hacendados, una organización corporativa que bregaba por los intereses de los productores ganaderos y elevaba propuestas al virrey. Como buen hijo, Cornelio continuó con la actividad de su padre: se hizo cargo de las dos últimas estancias y se casó con doña Francisca Cabrera, hija de un importante hacendado, dueño del Rincón de Cabrera. Siempre estuvo muy ligado a la producción agraria. En 1805, sus conocimientos lo llevaron a ser nombrado administrador de Granos de la ciudad. El 18 de mayo de 1810, cuando llegaron las noticias de que había caído la Junta Central, los revolucionarios tuvieron que ir a buscarlo a su campo.
Manuel Belgrano también puede jactarse de su padre: Domingo Belgrano Pérez era un propietario de tierra y ganado. Alquiló la unidad productiva más importante de la región: la estancia “Las vacas” ubicada en la Banda Oriental. Gran productor y comercializador de cueros, integró también el Gremio de Hacendados. El padre de Juan Hipólito Vieytes, Juan Vieytes, fue uno de los más importantes hacendados de San Antonio de Areco. Hipólito Vieytes también administró campos. En el censo de 1810 aparece con un capataz y dos peones fijos. Feliciano Chiclana, un importante dirigente, proviene de una familia de hacendados en San Vicente. Su padre, Diego, era propietario de tierras.
Una nota particular merecen Antonio y Francisco Escalada, hermanos cuyas tertulias se consideraban las más distinguidas de Buenos Aires. Antonio fue el suegro de San Martín y en agosto de 1810 fue confinado por querer declarar la independencia de la región. Ambos poseían tierras y producían cuero. Francisco tenía una estancia en San Vicente. Hay otros importantes estancieros como Juan Martín de Pueyrredón o Martín Rodríguez, quienes han demostrado un gran arrojo revolucionario.
Mariano Moreno no poseía tierras, pero se ligó muy fuertemente a quienes sí tenían. Fue abogado de Antonio Escalada y representante del Gremio de los Hacendados. De hecho una de sus obras más conocidas, Representación de los hacendados, es el documento que en 1809 presentó al virrey para defender los intereses de los estancieros. Ese documento fue votado por delegados hacendados por partidos, en una asamblea. Podríamos seguir con personajes menos conocidos, pero muy determinantes en la revolución como Juan José de Rocha, Esteban Romero (segundo comandante de Patricios), Agustín Wright o Roque Tollo. En nuestra investigación sobre el período, de la que ya surgieron dos libros, tomamos una muestra de la dirección del Cuerpo de Patricios, la organización militar revolucionaria más importante. El relevamiento de la condición social de sus miembros arroja que los hacendados son el 52% de los casos comprobables, frente a un 17% de comerciantes.
Ahora bien, ¿qué significa ser “hacendado” a comienzos del siglo XIX? Son propietarios de tierras y/o ganados que explotan mano de obra. El trabajo allí se conforma bajo relaciones asalariadas, esclavistas y hasta algunas, muy pocas, de tipo coactivas. Las primeras, estacionales y permanentes. Las otras dos, solamente permanentes. Sin embargo, en sentido estricto, en el campo se trabaja en la siembra y la cosecha (en la agricultura), y en la yerra y castración (en la ganadería). Es decir, en las tareas estacionales. No bien se descartan los meses improductivos, la importancia del trabajo asalariado salta a la vista. Es decir, estamos ante los comienzos de la burguesía agraria, que va concentrando medios de vida y producción. Enfrente, una población de peones con diverso grado de desposesión y un porcentaje nada despreciable de esclavos. La producción de cuero aparece aquí como el puntal de lanza para su acumulación. Por lo tanto, los próceres no son superhombres ni picaflores. Son burgueses
Por Fabián Harari. Publicado en el Diario Crítica de la Argentina (25/05/09)

sábado, 6 de junio de 2009

¿Revolución de Mayo

Si los sucesos de Mayo no representaron un giro a la independencia, ni menos aún la victoria de un grupo social sobre otro, ¿dónde está lo revolucionario de la Revolución de Mayo?
Los debates mantenidos entre los miembros de la Primera Junta mostraron un sostenido esfuerzo retórico para justificar el rechazo al Consejo de Regencia y las condiciones de la convocatoria a Cortes. Al calor de estas discusiones triunfó una idea de nación diferente de la que proponían las Cortes: si para éstas las colonias estaban sujetas al Imperio y por lo tanto debían prestarle obediencia, la Primera Junta definió su pertenencia a la monarquía hispánica en términos contractuales. Para algunos miembros de la Junta, como Mariano Moreno, las colonias americanas jamás habían suscripto contrato alguno con la corona española, sino que su pertenencia al Imperio no se debía más que a un acto de conquista. De acuerdo con esta interpretación que logró imponerse en la Primera Junta, era justa y necesaria una revisión de los vínculos con la monarquía hispánica. Fue así que buscando mantener su lugar de ciudad cabecera del virreinato, Buenos Aires convocó a los cabildos del interior a enviar sus delegados para resolver el problema. Sin embargo, la Junta Grande que resultó de esa convocatoria era tan sólo una sumatoria de "pueblos". En ningún sentido había allí una nación siquiera en germen.
Pero los sucesos de Mayo sí tuvieron un carácter revolucionario. Obligados a construir una legitimidad alternativa a la impulsada por las Cortes, los debates abiertos en Mayo representaron la instalación de un nuevo lenguaje político, basado en una idea contractual de la nación y en la representación política como fuente de legitimidad. En este sentido, Mayo fue revolucionario no sólo porque representó un acto de asunción de soberanía frente a la nación española unitaria impulsada por las Cortes de Cádiz, sino porque también implicó enfrentar el problema de definir cuál era el sujeto al que retornaba la soberanía cuando no había rey. Sin embargo, no hubo un total acuerdo sobre el punto. Mientras que para Buenos Aires la soberanía popular era sólo una porque el pueblo era sólo uno, para las ciudades del interior la soberanía descansaba en cada uno de los pueblos, por lo que algunas ciudades del virreinato rechazaron la convocatoria porteña y formaron sus propias juntas. Por todo esto, Mayo no representó el nacimiento de la nación argentina, sino el inicio de una muy agitada aventura política que se extendió por gran parte del siglo XIX.
por Lisandro Gallucci (Periódico "Río Negro")

La Revolución de acuerdo a Wikipedia


Es el cambio o transformación radical y profunda respecto al pasado inmediato. Se puede producir en varios ámbitos al mismo tiempo, tales como económicos, culturales, religiosos, políticos, sociales, militares, etc. Los cambios revolucionarios, además de radicales y profundos, y sobre todo traer consecuencias trascendentales, han de percibirse como súbitos y violentos, como una ruptura del orden establecido o una discontinuidad evidente con el estado anterior de las cosas, que afecte de forma decisiva a las estructuras. Si no es así, debería hablarse mejor de una evolución, de una transición o de una crisis. Si lo que falta es su carácter trascendental, debería hablarse mejor de una revuelta. Las revoluciones son consecuencia de procesos históricos y de construcciones colectivas, para que una revolución exista es necesario que haya una nueva unión de intereses frente a una vieja unión de estos.

Presentándonos

El Bicentenario de la Revolución de Mayo nos impulsó a crear esta página. Considerando que siempre estamos en el Bicentenario de algún episodio significativo para la constucción de nuestra identidad histórica, pensamos que deberíamos reunir documentos y artículos que refieran a Bicentenarios en la Historia Argentina. Por ello, incluimos documentos elaborados desde la creación del Virreinato del Perú, hasta nuestra actualidad en cuanto refiera análisis, reflexiones, miradas sobre la historia rioplatense. Daremos prioridad a la edición de fuentes y acompañaremos con imágenes que consideremos pertinentes.
Sobre los debates historiográficos, algunos se publicaran en esta página pero también podrán hallarse divergencias expresadas en un formato más amplio, en Pensando Historias, fuente original de este blogs.
Pensamos que las historias son sólo ideas proyectadas y expresadas en distintos formatos, todos válidos, algunos posibles de validar de acuerdos a los paradigmos científicos. Publicar ideas sobre la Historia, e historiar las Ideas, es el propósito de esta página.
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