“Mi estimado hermano: (...) Cerca de las dos de la tarde hice detener el carro frente a la sala que ocupaba el general Lavalle, y desmontándome del caballo fui a decirle que acababa de llegar con el coronel Dorrego.
El general se paseaba agitado a grandes pasos y al parecer sumido en una profunda meditación, y apenas oyó el anuncio de la llegada de Dorrego, me dijo estas palabras que aún resuenen en mis oídos después de cuarenta años: Vaya usted e intímele que dentro de una hora será fusilado. El coronel Dorrego había abierto la puerta del carruaje y me esperaba con inquietud. Me aproximé a él conmovido y le intimé la orden funesta de que era portador. Al oírla, el infeliz se dio un fuerte golpe en la frente, exclamando: ¡Santo Dios! -Amigo mío, me dijo entonces, proporcióneme papel y tintero y hágame llamar con urgencia al clérigo Castañer, mi deudo, al que quiero consultar en mis últimos momentos (...).
Como la hora funesta se aproximaba, el coronel Dorrego me llamó y me dio las cartas, una que todo el mundo conoce, para su esposa, y la otra de que yo solo conozco su contenido, para el gobernador de Santa Fe don Estanislao López.
Ambas cartas se las presenté al general Lavalle, quien sin leerlas me las devolvió, ordenándome que entregase la dirigida a su señora y que a la otra no le diera dirección.”
Juan Elías, carta dirigida a su hermano Ángel, fechada en Tucumán el 12 de junio de 1869. En: Martín Graciano Duhalde, semanario Amanecer, 23 de diciembre de 1972.
Carta a la esposa:
“Mi querida Angelita: en este momento me intiman que dentro de una hora debo morir; ignoro por qué; más la providencia divina, en la cual confío en este momento crítico, así lo ha querido. Perdono a todos mis enemigos y suplico a mis amigos que no den paso alguno en desagravio de lo recibido por mí.
Mi vida, educa a esas amables criaturas, sé feliz, ya que no lo has podido ser en compañía de el desgraciado.
Manuel Dorrego”
Agregó:
“Mi vida: Mándame hacer funerales, y que sean sin fausto. Otra prueba de que muero en la religión de mis padres. Tu Manuel.”
Carta a las hijas:
“Mi querida Angelita: te acompaño esa sortija para memoria de tu desgraciado padre.
Mi querida Isabel: te devuelvo los tiradores que hiciste a tu infortunado padre.
Sed católicos y virtuosos, que esa religión es la que me consuela en este momento.”
“Señor gobernador de Santa Fe don Estanislao López. Mi apreciable amigo:
En este momento me intiman a morir dentro de una hora. Ignoro la causa de mi muerte; pero de todos modos perdono a mis perseguidores. Cese usted por mi parte todo preparativo, y que mi muerte no sea causa de derramamiento de sangre. Soy su afectivo amigo. Manuel Dorrego.”
Manuel Dorrego, Navarro, 13 de diciembre de 1828.
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“Ministro:
Participo al gobierno delegado que el coronel don Manuel Dorrego acaba de ser fusilado por mi orden al frente de los regimientos que componen esta división.
La historia, señor ministro, juzgará imparcialmente si el coronel Dorrego ha debido o no morir; y si al sacrificarlo a la tranquilidad de un pueblo enlutado por él, puedo haber estado poseído de otro sentimiento que el del bien público. Quisiera persuadirse el pueblo de Buenos Aires, que la muerte del coronel Dorrego es el sacrificio mayor que pueda hacer en su obsequio. Saludo al señor ministro con toda atención.”
Juan Lavalle, Navarro, 13 de diciembre de 1828.
“Desde que emprendí esta obra, tomé la resolución de cortar la cabeza de la hidra, y sólo la carta de Vuestra Excelencia puede haberme hecho trepidar un largo rato, por el respeto que me inspira su persona.
Yo, mi respetado general, en la posición que estoy colocado, no debo tener corazón. Vuestra Excelencia siente por sí mismo, que los hombres valientes no pueden abrigar sentimientos innobles, y al sacrificar al coronel Dorrego, lo hago en la persuasión de que así lo exigen los intereses de un gran pueblo.
Si vuestra Excelencia no queda satisfecho, estoy seguro de que a vuestra vista, no le quedará a Vuestra Excelencia ni sentimiento que no haya podido llenar sus deseos, ni la menor duda, de que la existencia del coronel Dorrego y la tranquilidad de este país sin incompatibles.
Sírvase Vuestra Excelencia recibir de nuevo las protestas de amistad y admiración”.
“Señor general don Juan Lavalle.
Mi querido general:
(...) Me tomo la libertad de prevenirle, que es conveniente recoja usted un acta del consejo verbal que debe haber precedido a la fusilación. Un instrumento de esta clase, redactado con destreza, será un documento histórico muy importante para su vida póstuma (...). Que lo firmen todos los jefes y que aparezca usted confirmándolo. Debe fundarse en la rebelión de Dorrego con fuerza armada contra la autoridad legítima elegida por el pueblo; en el empleo de los salvajes para ese atentado; en sus depredaciones posteriores…etc., etc.”
Salvador María del Carril, Buenos Aires, 15 de diciembre de 1828.